Hoy llevé a mi perrito al parque. Vi
muchos niños en patines,patinetas, en las resbaladillas y así.
Pero me llamó mucho la atención un
grupo de jovencitos calculo entre los 10 y 12 años. Eran toda una
bandita. Sana.
Me recordaron épocas de mi infancia
cuando me juntaba con los vecinos de la colonia calesa.
Éramos como 6 preadolescentes (4
hombres y 2 mujeres)
Nos encantaba ir al río. En la cortina
mis amigos andaban en sus bicicletas, luego nos íbamos a jugar a un
depósito de agua que está (aún) en el cerro.
Abríamos la compuerta, bajabamos las
escaleras y jugábamos tochito en el agua.
Alguna vez fuimos a enterrar en el
cerro al halcón de un amigo.
Otras veces, amarrábamos cuerdas (de
esas de mecate grueso) a la parte alta del cerro y luego hacíamos
rapell. Recuerdo que en una de esas ocasiones me resbalé y me quedé
colgada a medio cerro. Afortunadamente un amigo me “cachó” y no
pasó a mayores.
También nos encantaba ir caminando por
las vías del tren hasta la cañada, ir a los socabones, meternos a
las cuevas y explorar.
Alguna vez de regreso, ya cansados de
tanto caminar nos trepábamos al tren, que no iba tan rápido y nos
hechaba “rite” hasta Calesa....la bajada era lo bueno;nos
aventábamos unos brincotes y caíamos a un lado de las vías.
Hoy ya de regreso del parque,caminando
con mi perrito (fiel y latoso compañero) me sentí extraña,lejana
de las personas que veía en la calle...y extrañé. Si,extrañé
esos tiempos maravillosos donde no importaba si eras hombre o mujer,
ni los vicios, ni el sexo, ni nada.
Todo se resumía a convivir, explorar,
descubrir y compartir lo emocionante de la vida.
Ahora los tiempos (nuestros tiempos)
han cambiado, pero dentro de mi (muy dentro de mi) sigo siendo ese
humano sin complejos, ni preocupaciones, emocionada por todos y cada
uno de los días.
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