Espacio
en el que se desenvuelve el sueño:
Mezcla
de escuelas primaria (escuela de monjas/privada), preparatoria (escuela mixta
privada), Universidad (pública)
Estoy
en la escuela como adulta, no me veo, pero soy una alumna, estoy jugando con
niñas desde los 3 o 4 años, con adolescentes, cuando juego con las niñas yo
también soy una niña, cuando juego con adolecentes, yo también soy una
adolescente.
Corremos,
subimos, bajamos, gritamos, nos escondemos.
En
determinado momento hay sensación de miedo y enojo, yo siento el miedo y el
enojo por parte de una niña rubia hacia mí.
Todo
es confuso
De
repente como adulta, entre la confusión, veo a una niña pequeña de unos 4 años,
uniforme, cabello lacio, oscuro, brilloso, ojos muy expresivos, le pregunto
¿estás bien?
La
niña me mira con un poco de rencor y comienza a alejarse pero me sigue mirando
Le
pregunto: ¿Quieres que les diga algo?
Me
contesta: NO, diles que estaré bien, ya me voy.
Hay
baños grandes muy grandes, hay lluvia, agua…
Estamos
buscando algo que está enterrado, cavamos con desesperación. Somos una
combinación de niñas de diferentes edades al mismo tiempo y hablamos al mismo
tiempo.
Encontramos
un frasco de vidrio, todas lo empezamos a limpiar en el lavamanos, las niñas
dicen que ya está limpio, yo les digo que no, que aún falta.
Lo tomo (soy adulta) y le quito el lodo que
quedaba (las niñas se callan y se quedan quietas):
Hay
una historia tallada en el frasco, como cuando tallas con una piedra sobre una
pared.
Es
la historia de una niña rubia, es una historia trágica que pasó desde 1835 y se
viene repitiendo hasta llegar a mí.
Abro
el frasco y suena como cuando abres un gerber, sale humo gris, siento que se
quita la presión de mi pecho.
Hay
todavía una sensación de miedo, de algo desconocido, estoy como adulta
preocupada de cómo dejaré a esas niñas, de cómo se sienten.
Sé
que tengo que irme, me acompañan muchas niñas y adolescentes para despedirme,
la niña de 4 años me dice “Quédate conmigo” le contesto firmemente NO, tengo
que irme. Me mira con la cara de un perrito regañado.
Acaricio
su cabello, se siente un poco mejor.
La
niña de 4 años que me miraba con desprecio se empieza a convertir en una
adolescente, trae su uniforme, me sonríe
con una sonrisa que muestra todos sus blancos dientes, se despide de mí
diciendo adiós con la mano.
Está
contenta, me dice que estará bien, yo me siento satisfecha de que esté
contenta.
Me despierto, noto mi cuerpo completamente
tenso, sin poderlo mover, lloro, me calmo y escribo.